Galería poética ECOSISTEMAS EN DANZA I

Naturaleza creadora

Taller de investigación y creación de danzas de la naturaleza.
Una experiencia de convivencia con la naturaleza a través de la danza.

Al natural; sin conservantes ni colorantes.

Estos son los recuerdos del primer encuentro de ecosistemas en danza que tuvo lugar en Agosto de 2023 en Baile en el aire.

Como parte de la filosofía del encuentro promovemos el uso de la memoria efímera. Nuestro cuerpo es transformado por la danza, nuestra atención se ensancha con la práctica de la observación poética. Y recordamos una imagen, el olor de una flor, la temperatura de una piedra o el movimiento de un insecto entre las hojas.

También practicamos la escritura poética, y esto es lo que compartiremos sobre este evento.

FRUTOS ESCRITOS DE ECOSISTEMAS EN DANZA I:

Aquí están las fotografías que hicimos. Cada haiku, un momento.
Primero una sección de haikus y no haikus.
Después textos hermosos brotados del diálogo de un alma entre árboles con la montaña.

Te invito a profundizar en estas palabras, no tienen desperdicio. Estoy convencido que hay un poema o una frase que son para ti.

Te invito a respirar con calma y saborear las imagenes que brotan al susurrar lo que lees.

*hay poemas y textos de muchas personas. Hermosas y conocidas. Anónimas.



Haikus

Túnel oscuro
telarañas brillantes
tragan el agua
***
Sobre su pie moreno
la mosca negra
busca un rastro
***
Lodo oscuro
desde su lecho
asoma al sol
***
Firmando autografos
en cada pierna
que se acerca
***
La espina sabe
encuentra la tinta
con sangre sale
***
Detrás del cristal
charlas y risas
jamás se cansan: gente.
***
Sobre el agua
las dos hormigas muertas
se van y se van
***
A la vereda
han crecido los robles,
pie en el hoyo.
***
Sobre la tierra
las piedras y yo y ellos
nos reposamos
***
Detrás del cristal
siempre chocando
jamás se cansan: moscas.
***
Fruta tirada
pudriéndose en el suelo
semillas brotan
***
En el camino
van zumbando las moscas
y el cielo truena.
***
El agua suave
acaricia el camino.
Terreno hundido.
***
Hueco del árbol,
Cuesta en marrones muestra.
Dragón volando.
***
En medio del camino
hoja solitaria
extrañandose
***
Ruido de agua,
naturaleza araña,
silencio nuevo.
***
Entre árboles
se cuela la luz
para iluminarnos
***
Cima iluminada
la sostiene
el lodo negro
***
Crujiendo detrás
suenan pasos
fantasmas del futuro
***
Culona roja,
trepa marrones troncos,
torna a mirar.
***
Agua que corre
devuelve la imagen
se lleva el perfume
***
El agua mansa
se arroja brincando
a los torrentes
***
En las hamacas,
conversaciones suaves,
nada de frío.
***
Los excrementos
son junto al camino
unos recuerdos
***
Bajo el árbol
reposan juntas
dos flores de castaño
***
Hueco oscuro
ya se aleja
lleno de misterios
***
Rama racimo
cuelga el árbol grande,
y nube negra.
***
Fruta tirada
pudriéndose
germinan las semillas
***
Dos flores de castaño
reposan juntas
《ay》un suspiro
***
Pisando huellas
no sabes las preguntas
de estas respuestas
***
Estrechandose
ruidosos torrentes
se abren en silencio
***
Hoja extraviada
sola perdida
rara y roja
***
La curva de la acequia
se aleja ya
y una libélula
***
Cortando el camino
una rodilla
atravesada
***
Un muro de piedra gris
murmura grieta
grita grieta
***
Ya en la cama,
la corona de espinas
pincha la carne.
***
El pasillo del agua
lo lleva lejos
entre árboles
***
Envidiadas
reposan juntas
dos flores de castaño
***
Corteza verde,
se aleja y polvo.
Agua del río.
***
Tres casas blancas
que a lo lejos
inmóviles vigilan


Entre Haikus

El primer silencio del día
es un pájaro que no hay que cazar
el ritmo de su vuelo
me enseña el mundo
***
arrrrgggggghhh aaahhh  brrrrrr fiuuuuuuusssssshhhhhhhhhh splassssssshhhhhh


…y gracias
***
Agotando Agosto
goteando Agosto
agostando Agosto
Gastando el verano bebiendo un mosto de moras que se fuga por las grietas, un poco de tinta para escribir.
***
Moras que amor
derraman.
Amor que morado deja.
Una mancha de amor
con otra verde se quita.
¿No?
***
Murmurando grietas
muro de piedra
gris
***
Hojas bajando
con la corriente
¿adónde irán?
preguntas de la mente
***
Entre los troncos
ausencia
¿quién cantará hoy?
más preguntas de la mente
***
El Barranco de las erizas

Caída infinita
respirando el polvo
de mil años.

Troncos donde ensayar
el vértigo de estar colgada,
prendada perdida,
pendiente de un hilo.

Cubierta con rebozo de humus y hojarasca, bajando hacia la umbría, cruzando la zona de media noche y del abismo, atravesando el hadal, posando los pies en el fondo de la fosa de las abulaias, en la tierra de los helechos nacientes.

En los ojos erizas viajando por el cuerpo erizas erizas de castaño que se clavan en la palma de las manos.

Al regresar, finas postillas
dibujadas aún
por todo el cuerpo.

Delicados relieves.
Indescifrables.
Garabatos en el idioma secreto de las hojas muertas.
No hace falta ver para leer cicatrices.
Ni entenderlas.

SOLOS DANZADOS EN LA ACEQUIA.
Lo que surge de la acequia,
corrientes poco comunes,
observadoras curiosas,
decisiones recogidas que chorrean,
que brotan como lágrimas, 
que de verde maduran,
que quieren desaparecer,
existiendo y entre cenizas.

Mojada hasta los huesos,
entre criaturas salvajes 
y sangre vegetal, exploro el hueco,
caigo desde distintas perspectivas,
entro hasta lo profundo.
Silencio nuevo,
con muchas cicatrices,
conexión a la realidad.

DE MORAS, AMOR Y RAMAS:
A moras derramado
por tus ojos y labios
de la rama he caído
enrramada
en tus manos.

Rama eras por amor:
ramera por amor

Somos rameras
por derramarnos
sobre cualquiera

Somos rameras
por derramarnos
donde nos sale del coño

Moras y moras
bajan los dedos
hasta la boca

Moras que amor
derraman.
Amor que morado deja.
Una mancha de amor
con otra verde se quita.
¿No?

Las moras manchan
las manos impacientes
de escarlata

Dedos manchados
avida, impaciente
torpeza roja

Torpeza roja
fruta tirada
en la hojarasca

Silenciosa rama
ofreciendo
fruta ausente

Rama vacía
ofreciendo
fruta imaginaria

Rama cargada
de fruta ausente
se parte por dentro

Las moras de lo alto
son para ellos
gente con alas

Chorros de zumo
cuesta abajo
recodan en el codo

Largos ramales
descienden los brazos
de escarlata

Un mapa dibujado
con zumo rojo
se seca al sol

Un recorrido
para en la lengua
fin de trayecto

Haikus

Detrás del cristal
siempre chocando
jamás se cansan: moscas.
***
Pequeños brotes
nacen al borde seco,
bailan conmigo.
***
En los helechos,
refleja el marrón en verdes,
oye el zumbido.
***
Ojos que miran
choques, risas y charlas
detrás del cristal.
***
En la orilla
árbol desenraizado
quiere caer
***
Aquella nube
si tu la miras
ya no será la misma
***
Parece calmo,
calienta el sol la esquina
y susto manso.
***
Las hojas de los árboles
se acolchan juntas
nace un helecho
***
Caminan de espaldas
son perseguidos
por sombredales
***
En el barranco
las hojas se despeñan
para dormir
***
La cumbre soleada
la sostiene
su oscuridad
***
Las dunas de agua
corren despavoridas
a su lugar
***
Un muro de piedra gris
sobre la tierra
juego de un día
***
Sombra en la piedra
que avanza deprisa.
Curva cerrada.
***
Rasgan delgadas
lineas rojas
sobre la piel
***
Dos flores de castaño
al pie del árbol
reposan juntas
***
Mosquitos suicidas
en estos ojos
mueren y beben
***
Espuma en río,
refresca a la menta,
la abeja liba.
***
Junto al bosque,
el río canta y no,
en dos sentidos.
***
El agua suena
y su ruido avanza
sin permiso
***
Dos flores de castaño
reposan juntas
hay un suspiro
***
En medio del camino
hoja extraña
rara y roja
***
Sombra del árbol.
Cálido el viento silva.
Juego de ardillas.
***
Pie en el agua
corriente fugitiva
mosca cómplice
***
En medio del camino
hoja rojiza
sola perdida
***
Plantas con pinchos
arañando caricias
incomprendidas
***
Pisando huellas
los pies preguntan
mejor no saber tanto
***
Agua transparente
pies cristalinos
una campana
***
Rugidos se acercan
por el camino
la mariposa
***
Flores de menta
inclinándose
sin rituales
***
Se inclina la menta
en la corriente
y la perfuma
***
Ruidoso torrente
calla, se calma
vuelve a brincar
***
El agua suena
y su ruido avanza
sin permiso
***
Estrecho y ruidoso
torrente
en silencio reposas
***
Sin entender dibujan
geometrías
esas raíces
***
El agua mansa
corre a arrojarse
en un torrente
***
Al fondo del barranco
unos helechos
el cielo gira
***
Dos flores de castaño
reposan juntas
lento suspiro
***
siempre decimos
de esto ya estoy curado
y fracasamos
***
Cuando suena el gongo
afloran las emociones…
naturaleza

LA ACEQUIA Y EL SER
Fluye el agua por la acequia milenaria
(Es apenas un chorrillo residual: hoy debe de tocarle turno de riego a otras fincas).

En esta zona de la ladera hay un pequeño barranco, y cuando el caudal es mayor, se forma una sucesión de breves cascadas.
El resto del paisaje está en calma y casi inmóvil.
Es agosto, no ha llovido casi nada en los últimos meses. La vegetación resiste la sequía deteniendo su crecimiento. A pesar de la ola de calor generalizada, en esta cota alta de la sierra, la temperatura es agradable. No hay viento. Encinas, carrascos, jaras, inmóviles, filtran la luz del mediodía. La fauna parece ausente, quizás se refugia en escondites subterráneos. Sólo insectos dispersos se esfuerzan en emitir algún zumbido ocasional, probablemente con fines de cortejo.

Estoy solo. El resto del grupo se ha dispersado a otros lugares. Echo una última mirada de conjunto antes de irme yo también en busca de otros escenarios.

Y entonces, veo al ser.
¿Lo veo, o se me aparece? ¿Estaba ya ahí? ¿Está, o lo sueño?
Antes de ser un ser, es una presencia, una luz, un destello de brillo y de blancura.

Al fondo del barranco, la acequia hace un recodo, y el agua entra en un túnel. (“Túnel oscuro / telarañas brillantes / tragan el agua”)
Allí, a la entrada del túnel: el ser.
Níveo, yaciente, inmóvil.

Ligeramente ovillado sobre sí mismo.
Resplandeciente. Desnudo. Sobrecogedoramente bello. Perfecto.

Me detengo. Me quedo inmóvil. Parpadeo. Aún no sé si está, o si lo imagino. Está.

No he visto como, pero ha cambiado de posición. Muy levemente, pero ha cambiado. Un brazo, que antes estaba recogido, apunta ahora hacia el frente. Una mano se ha desplegado y cinco dedos estilizados y poderosos se agarran a la roca.

Voy observando que sí que se mueve, pero muy lentamente. Parece hacerlo de forma que cualquier mínima distracción mía, un parpadeo incluso, puede hacer que me pierda como ha logrado alterar su posición.
Pero ahora no puedo apartar la mirada de él, así que contemplo con todo detalle cómo va desplegando su cuerpo, sus huesos, su piel, con movimientos imperceptibles, milímetro a milímetro. La luz filtrada por los árboles juega iluminando por turnos unos y otros rincones, hasta acabar ofreciéndonos al paisaje y a mí la geografía completa y detallada de su cuerpo diamantino, flexible, magnético.

¿Me ha visto? ¿Me ve? ¿Sabe que estoy? ¿Sabe que soy? Lo ignoro, pero lo percibo omnisciente y omnipotente. Es posible que pueda verme sin mirarme. Es posible que siempre haya sabido que estoy. Es posible que mi presencia y mi existencia le sean del todo indiferentes. Es posible que no me distinga de cualquier otro elemento del paisaje. Es posible que ni siquiera necesite observar el paisaje.

Yo, sin embargo, temo que cualquier gesto mío pueda hacerle irritarse, ofenderse, alejarse, … desaparecer. Así que casi inconscientemente me voy haciendo lo más pequeño posible, me acurruco contra una roca a la orilla de la acequia, procuro fundirme con el paisaje, procuro inmovilizarme y desaparecer, para que él no desaparezca.

Entonces, lo inesperado ocurre. ¿Lo inesperado, realmente? ¿Lo anhelado, más bien?
Muy lentamente, casi sin moverse, el ser está avanzando, aguas arriba de la acequia. Se está acercando a mí. Se está despegando del suelo, se va incorporando, va desplegando en el aire brazos, manos, pies, tobillos, piernas, muslos, nalgas, caderas, vientre, costillas, pecho, espalda, hombros, cuello, cabeza, cabello… Muy lentamente. Durante un instante, me parece que su mirada me abarca sin mirarme, me atraviesa sin verme. Sigue avanzando. Está llegando a mi altura. Sigue acercándose, casi me roza, quizás podría percibir su temperatura, o su olor, si el resto de mis sentidos no estuvieran anulados por las señales que llegan desde mi retina.
Ahora lo tengo a la distancia de un gesto, de un suspiro, de un leve batir de mis pestañas, de un mínimo movimiento de mis labios. Tan bello, tan perfecto, tan absoluto, tan desnudo, tan cerca, tan brillante, tan magnético.

Me parece que el tiempo se detiene.

Pero no se detiene.

Imperturbable, el ser prosigue su movimiento sin movimiento. Estaba tan cerca que podría haberlo tocado con sólo suspirar, o batir las pestañas, o mover mis labios sin casi moverlos… Ya no lo está.
Lo veo alejarse, muy lentamente, casi sin moverse. Avanza hacia un pequeño grupo de encinas y de jaras, en dirección del sol. Aún distingo por unos momentos su espalda, su silueta… Ya no. Ya no lo veo. Se ha fundido con los trozos de luz que filtran las encinas. Ya no está.

Miro entonces hacia atrás, hacia la parte de abajo de la acequia, hacia el recodo en el que, en algún momento, estuvo el ser. Ya no está. El paisaje ha vuelto a su quietud inicial. La temperatura sigue siendo tibia. No hay viento. Encinas, carrascos, jaras, inmóviles, filtran la luz del mediodía. Sólo se escuchan, dispersos, algunos leves zumbidos de insectos.

Estoy solo. ¿Estoy solo? Voy a irme a otro lugar, voy a buscar a mis compañeros. Este paisaje seguirá aquí, insensible a mi presencia o a mi ausencia.

He visto al ser.

¿Lo he visto? ¿Lo he soñado? ¿Se lo ha inventado mi deseo?
¿Formaba el ser parte del paisaje? ¿Podría el ser haber estado en el paisaje si yo no lo hubiera visto? ¿Si nadie lo hubiera visto? ¿Puede estar el ser, y no ser visto?
¿Qué significa que sólo lo haya visto yo?
¿Si la belleza magnética del ser es vista, que pasa con el observador? ¿Si la belleza magnética del ser es vista, qué pasa con el ser? ¿Si la belleza magnética del ser es vista, puede no ser contada?

Abandono el paisaje, me alejo de la acequia. Siento que ha ocurrido algo. Siento que me ha ocurrido algo, aunque no sepa el qué. No sé si lo sabré nunca. Pero sí que siento que tendré que contarlo.

DANZA EN LA NATURALEZA
“Danzar es hacer el amor a la vida”.
Y esto a veces es literal.

Se puede hacer el amor con una cascada, con unas piedras, con la tierra. Y se puede hacer con la misma sensualidad con la que lo harías con un humano: recorriéndola, acariciándola, lamiéndola, oliéndola, pegándote a ella.

Lo que hay en común es la esencia inherente a cualquier acto de amor: la entrega.
***
La tierra, a los pies de un árbol, te acuna. Y de ahí solo puedes salir de una manera: más fuerte. Como una perra, como una leona, a cuatro patas por la acequia que lleva el agua, tu agua. Cuando la recorres, te recorres. Y al recorrerte puede que vuelvas a palpar antiguos dolores, pero ya no eres la misma, como el agua, ay, como el agua.
***
Se puede confiar en la naturaleza. Dejarse caer, despeñarse por un terraplén de hojas secas y no dañarse; al contrario.

Se puede confiar en la naturaleza.

En que no te va a dañar aunque te raspe, en que no te va a dañar aunque te arañe, en que no te va a dañar aunque te dañe.

Entonces, unas piñas, tus ojos.

Luego, tus nuevos ojos ruedan hasta el coño.

Al final, vuelven a su colchón de hojas secas.

Del que saldrás a la velocidad del rayo, un rayo fuerte porque la fuerza de la naturaleza se ha inoculado en ti. Y todo porque te lanzaste, inocente, a sus brazos. Sin pensar en las rasguñaduras, sin concebirlas siquiera.
***
Tu cuerpo se puede adaptar a una rama. A la rama de un árbol junto a una orilla. Se puede enramar con ella hasta volverse rama.

Tienes cuatro ramas visibles: dos brazos y dos piernas. E infinitas invisibles: todos los hilos que lanzan tus sentidos para captar.

Las raíces son ramas hacia el subsuelo. Captan lo que no se ve pero nos agarra.

Un árbol desenraizado también se aproxima a la caída. Sus raíces han visto lo que no se ve pero algo las ha separado de ello y entonces incompresión, mutilación, locura.

Pero se puede aprender a enraizarse mirando a los árboles enraizados, pegándose a ellos. Puede que te lleves algún arañazo, pero ganarás firmeza.

Y aprenderás también, colgándote de sus ramas, de la ingravidez. Porque la ingravidez necesita del enraizamiento en lo invisible.

Y aprenderás también, observando a sus telarañas, de la elasticidad, la elasticidad que impide que te desmigajes y que quieras caer sin entregarte a la caída. La elasticidad que, por azar, te hará descubrir cuál es tu manera de enraizarte.
***
Se pueden sentir esas últimas fuerzas que nos impulsan, siempre, hacia la caída hacia arriba. Aunque tengamos que cogernos la pierna con las dos manos y los dos brazos y los dos hombros y el único torso y la única pierna de apoyo que nos quedan y levantarla para dar un paso más y otro y otro más. Precisamente porque tenemos que cogernos la pierna con lo único que nos queda: el resto.
***
Al borde siempre es el susto, salvo para el que danza al sol. Pero luego te sumerges y, de repente, fuerza, fuerza que emerge, que danza, que pelea y que ríe.

Y entonces, baile de fuerzas. Fuerzas de vida. Vida que se sumerge y emerge. Una y otra vez, jugando. Ese es el juego. Emerger sumergiéndonos, emerger por sumergirnos. Esa es la danza sin fin.

Y eso es el butoh: un puente, una llave, la llave para abrir puertas a este mundo, a este cuerpo, y todos los que lo habitan. Posibilidades corporeizadas, sentidas, y que, por ello, te transforman.

El butoh es dejarte transformar por la vida que te habita y a la que tu ecosistema silencia.

Y sentir la vida que te habita siempre es un gozo, siempre abre, siempre semilla y siempre germina.
***
Una piedra y el sol te recuerda que — diosa.

Una libélula de cuerpo naranja y alas y pelo blanco también deja ver que permitir la transformación es divinidad.

Y otras libélulas sostienen a la primera, porque se puede, se puede siempre, hasta la última exhalación.

Y porque el butoh también es apoyo, sostén, subsuelo y enraizamiento. Y cuando te caes, no te caes: lloras de belleza. Porque se puede llorar de belleza, llorar de amor a la belleza, llorar de amor, llorar a secas lágrimas que solo necesitaban una acequia para regar al ser que, sin poder hacer otra cosa hasta ese momento, las retenía.
***
La funambulista es el árbol desenraizado, es el árbol en la orilla que quiere caer. La funambulista será la desmembrada —ya lo estaba en realidad—. Y la loca la ve y sufre por no poder ayudar, porque está atrapada, acosada por su propia locura, por su propia disgregación.

Pero entonces la funambulista es atrapada por unas raíces que no la dejan escapar, que la enraizan y que quieren devolverle su capacidad de amar.

Esa capacidad solo se devuelve amando y amar es comerte al otro tal y como te llega, sin quitarle las espinas, con su desenraizamiento y su desequilibrio. Al comerla, la ingesta las transforma. Ese dejarse transformar transforma a la funambulista.

Y todos renacen, porque sus cuerpos han entrado en los cuerpos de los otros. Las raíces han entrado en la funambulista y la funambulista ha entrado en las raíces amadoras.

Y todos renacen: la loca como araña que teje una red que ninguna cascada puede atravesar; las raíces como pájaros, porque el amor, desde el subsuelo, tragándose todos los nutrientes de la funambulista, hasta los que ella no veía, ha crecido en ellas en alas y en pico; y la funambulista como gestante, porque su capacidad de amar le ha sido devuelta y ahora puede ser huevo, pasadizo para la vida que está y para la que llega, ahora puede amar, es decier, hacer vacío, hacer hueco para que el otro quepa.

Y la cascada las baña a todas, a la funambulista, a la loca y a las raíces, cosiéndolos, con ellos, entre ellos y con la vida que, como el agua, no deja de llegar.


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Estas son fotos de algunos de los rincones donde este retiro tuvo lugar. Las personas que salen no estuvieron en este retiro.

Cursos Intensivos Programados:

Si no está el que te gustaría contacta conmigo y veamos hacerlo posible.

Catálogo de cursos Intensivos: (en constante evolución)

Si tienes una sugerencia sobre un intensivo que no este aquí y que te gustaría que impartiese, no dudes en decirmelo.

Categorías: OLD, ORGANIZACION

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